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Mostrando entradas de abril, 2017

Era preciso que resucitase de entre los muertos (Jn 20,1-9)

Domingo de Resurrección – A. Evangelio 1 El día siguiente al sábado, muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio quitada la piedra del sepulcro. 2 Entonces echó a correr, llegó hasta donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, el que Jesús amaba, y les dijo: —Se han llevado al Señor del sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto. 3 Salió Pedro con el otro discípulo y fueron al sepulcro. 4 Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó antes al sepulcro. 5 Se inclinó y vio allí los lienzos plegados, pero no entró. 6 Llegó tras él Simón Pedro, entró en el sepulcro y vio los lienzos plegados, 7 y el sudario que había sido puesto en su cabeza, no plegado junto con los lienzos, sino aparte, todavía enrollado, en un sitio. 8 Entonces entró también el otro discípulo que había llegado antes al sepulcro, vio y creyó. 9 No entendían aún la Escritura según la cual era preciso que resucitara de entre los muertos.

Buscad las cosas de arriba (Col 3,1-4)

Domingo de Resurrección – 2ª lectura 1 Así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; 2 sentid las cosas de arriba, no las de la tierra. 3 Pues habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. 4 Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces también vosotros apareceréis gloriosos con él. Por el Bautismo el cristiano participa de la vida gloriosa de Jesucristo resucitado. Por eso, Cristo debe llenar todos los horizontes de su vida. «Mi amor está crucificado (...). No me satisfacen los alimentos corruptibles y los placeres de este mundo. Lo que yo quiero es el pan de Dios, que es la carne de Cristo, nacido de la descendencia de David, y no deseo otra bebida que su sangre, que es la caridad incorruptible» (S. Ignacio de Antioquía, Ad Romanos 6,1-9,3). El deseo de vivir con Cristo proporciona una nueva perspectiva a la existencia en este mundo: «Los cristianos, peregrinando hacia la ciudad

Cargó con nuestros dolores (Is 52,13–53,12)

Viernes Santo – 1ª lectura 13 Mirad, mi siervo triunfará, será ensalzado, enaltecido y encumbrado. 14 Como muchos se horrorizaron de él —tan desfigurado estaba, que no tenía aspecto de hombre ni apariencia de ser humano—, 15 así él asombrará a muchas naciones. Por su causa los reyes cerrarán la boca, al ver lo que nunca les habían narrado, y contemplar lo que jamás habían oído. 53,1 «¿Quién dio crédito a nuestro anuncio? El brazo del Señor, ¿a quién fue revelado? 2 Creció en su presencia como un renuevo, como raíz de tierra árida. No hay en él parecer, no hay hermosura que atraiga nuestra mirada, ni belleza que nos agrade en él. 3 Despreciado y rechazado de los hombres, varón de dolores y experimentado en el sufrimiento; como de quien se oculta el rostro, despreciado, ni le tuvimos en cuenta. 4 Pero él tomó sobre sí nuestras enfermedades, cargó con nuestros dolores, y nosotros lo tuvimos por castigado, herido de Dios y humillado. 5 Pe

Los amó hasta el fin (Jn 13,1-15)

Jueves Santo. Cena del Señor – C. Evangelio 1 La víspera de la fiesta de Pascua, como Jesús sabía que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin. 2 Y mientras celebraban la cena, cuando el diablo ya había sugerido en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, que lo entregara, 3 como Jesús sabía que todo lo había puesto el Padre en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía, 4 se levantó de la cena, se quitó la túnica, tomó una toalla y se la puso a la cintura. 5 Después echó agua en una jofaina, y empezó a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que se había puesto a la cintura. 6 Llegó a Simón Pedro y éste le dijo: —Señor, ¿tú me vas a lavar a mí los pies? 7 —Lo que yo hago no lo entiendes ahora —respondió Jesús—. Lo comprenderás después. 8 Le dijo Pedro: —No me lavarás los pies jamás. —Si no te lavo, no tendrás parte conmigo —le respondió Jesús.